Todo se remonta al aburrimiento durante principios de la pandemia por COVID-19. Una anterior versión de mí trataba de encontrar nuevas motivaciones tras verse afectada por unas clases en línea intensas en las que llevaba materias respecto a temas que jamás le hubiera gustado que la fueran a apresurar. Siempre he sido muy lenta y tímida con respecto a la creación de arte, mi propio arte.
Tras lograr pasar mi segundo semestre de carrera, en donde me había visto forzada a mejorar y demostrarme que era capaz de dibujar en tradicional y en digital, aunque sea lo básico, me sentí con ánimos suficientes para realizar un reto en una área que poco me había dado el gusto de explorar correctamente: el maquillaje.
Decidí seguir un reto de maquillaje que proponía cumplir con una temática diferente durante 16 días y, a pesar de que al principio no resultó tan bueno mi resultado, con cada día afrontaba nuevos conceptos y reinterpretaba lo que veía.
Al finalizar este reto, terminé comprendiendo de mejor manera la distribución de luces y sombras en el propio rostro, la generación de profundidad en un plano 2D y la aplicación de la colorimetría en los dibujos. Aprendí a jugar con mi rostro y a identificar qué colores quedaban bien juntos.
Así, sorprendentemente, durante mi tercer semestre logré realizar (a mi percepción) mejores trabajos en poco tiempo. Logré superar la frustración creativa y le agarré el gusto a experimentar a mi manera con el arte, la composición y la reinterpretación de la realidad (aunque mi constancia me limita todavía). Siento que he mejorado en el dibujo en estos meses de pandemia más de lo que había avanzado durante todos mis años practicando y dejándolo ante cada desanimo aparente.
Aun mis dibujos, carecen de ciertas cosas, pero me siento cómoda con el avance que he logrado hasta ahora y me doy cuenta de que sí puedo mejorar en esto.
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